CENTRO ESPIRITA JESÚS DE NAZARET
ESTUDIO Y DIVULGACIÓN DE LA DOCTRINA ESPIRITA
Entradas populares
-
Saluda tu día con la oración del reconocimiento. Tú estás vivo. En cuanto la vida se expresa, se multiplican las oportunidad...
-
LA MODESTIA -¡Ay, mamá! ¿Cuándo nos volvemos a Barcelona? -¡Muchacho! ¿Estás en tu juicio? ¿Acabamos de llegar, como quien dice, y ...
jueves, 14 de marzo de 2013
Consejos Breves
al trabajo como el mejor medio
Etiquetas:
CONSEJOS
Ubicación:
Tomelloso, Ciudad Real, España
VIDA FELIZ
Etiquetas:
VIDEOS
Ubicación:
Tomelloso, Ciudad Real, España
LA MODESTIA
LA MODESTIA
-¡Ay,
mamá! ¿Cuándo nos volvemos a Barcelona? -¡Muchacho! ¿Estás en tu juicio? ¿Acabamos de llegar,
como quien dice, y ya te quieres volver? -Es que estoy muy aburrido, y como el director del
colegio y el médico le dijeron a papá que no me dejaran coger un libro, ni Dios
entra en la biblioteca; la tiene cerrada a cal y canto, y no sé qué hacer;
acostumbrado como estoy a leer de noche y de día, me aburro soberanamente. -Pues, mira; si sigues mis consejos y mis
instrucciones no te aburrirás; desde mañana comenzaremos la nueva vida. -¿Y qué haremos, mamá? ¿Qué haremos? -Nos levantaremos muy temprano, tan
temprano que aún veremos las estrellas. -Ya no me gusta el principio. -¿Qué sabes tú, muñeco? -Yo lo que sé es que me gusta mucho dormir
por la mañana. -Pues,
al campo no se viene a dormir; se viene a madrugar para ver la salida del Sol. -Pero, si es siempre lo mismo; con una vez
que la veamos al año basta. -¿Qué sabes tú muchacho? Escucha y calla. -Bueno, pues quedamos en que nos
levantaremos con las estrellas, como si tuviéramos que ir con las burras de
leche a Barcelona. ¿Y qué más? -¿Qué más? Que nos beberemos un buen vaso de leche que tú
mismo ordeñaras de la vaca negra, aquélla que te gusta a ti tanto. -¡Ah, sí! Ya lo creo que me gusta; juego
con ella como si fuera otro chiquillo como yo. ¿Y qué haremos después? -¿Después? Prepararemos el primer almuerzo:
unas buenas lonjas de jamón, medio pan tierno y calentito, una botellita de
vino, y la fruta ya la cogeremos de los perales, de los melocotoneros, de los
manzanos, de los ciruelos, de las parras o de las viñas; pasearemos por los
bosques, subiremos cada día a la cumbre de una montaña, y descansaremos junto a
la fuente que más nos agrade, y después de pasear y de admirar los innumerables
encantos de la Naturaleza, ya que no puedes leer, yo te contaré cada día una
historia, un episodio interesante, un hecho sensacional de los que guarda mi
memoria, porque aquí donde me ves, tan a la buena de Dios, como tú dices, yo no
he sabido mecer la cuna de mis hijos sin tener un libro ante mis ojos; no es
extraño que seas tan aficionado a la lectura, porque yo, cuando tu padre está
de viaje, tomo el chocolate leyendo; si no, no puedo tragar bocado. -Me gusta el plan expuesto; y tanto me
gusta, que no quiero esperar a mañana para dar comienzo a ponerlo en práctica,
y aunque hoy no nos hemos levantado con estrellas, ni hemos correteado por el
campo, aquí, en este rinconcito del jardín, bajo este toldo de madreselva, me
contarás la primera historia. -No, hijo mío; empezaremos mañana. -No, no; dice el director del colegio que
la cera que va por delante es la que alumbra. ¿Mañana! ¿quién sabe si
viviéremos mañana! -Calla,
hijo mío; no digas eso ni en broma. -Pues, si no quieres que lo repita, empieza el cuento, es
decir, no quiero que me cuentes cuentos; quiero relatos verídicos, pues dice el
director del colegio que las novelas no hacen más que embrollar los
entendimientos. -Descuida,
chiquillo, descuida; yo tampoco quiero contar novelas, aunque bien considerado,
¿qué es la vida? Una novela de folletín, que vamos escribiendo cada uno por su
cuenta, y que al entregarnos por la noche al sueño, decimos al cerrar los ojos:
Se continuará. -Tienes
razón, mamá; pero no te vayas escapando con tus reflexiones, yo quiero la
primera historia. -¡Ay!
Bien dicen que a <<chiquillos y a santos, no prometas que no
cumplas>> -Justo,
justo, lo prometido es deuda; sentémonos muy juntitos el uno al otro, para que
no se me escape ninguna de tus palabras; comienza, pues. -Pues, mira, leí hace poco tiempo un
episodio histórico que me llamó mucho la atención, por mas que estaba escrito
en forma de cuento. -¿En
forma de cuento? Pues, ¿cómo empezaba? -Empezaba diciendo así: <<Era una vez un rey, a
quien al llegar su mayor edad, le dijeron el regente del reino y sus
consejeros, que tenía que tomar estado para asegurar la posesión de su trono,
contando con que Dios le daría frutos de bendición en su matrimonio; y el joven
rey, que no era tartamudo ni escaso de inteligencia, les contestó lo siguiente:
<<Bueno, está bien; yo estoy conforme en contraer matrimonio, pero no me
quiero casar por la razón de Estado; me quiero casar como se casan los pobres,
por amor; quiero estar enamorado de mi esposa; tanto me da que sea de estirpe
real, como una pobre plebeya; lo que yo quiero es que me guste y que ella me
ame y me comprenda; así, pues, quedo que se celebren tres concursos: el primero
de mujeres hermosas, el segundo de mujeres sabias y el tercero de mujeres
buenas, y entre tantas mujeres reunidas, miraré a ver si encuentro mi media
naranja.>> El
regente y los ministros, aunque no de muy buen grado, trataron de complacer al
rey; se ofrecieron valiosísimos premios, y en corto plazo se consiguió reunir
lo que el rey deseaba: un gran número de mujeres encantadoras, las unas por su
belleza, las otras por su talento y esas otras por sus virtudes. Llegó el día señalado y se llenaron los
salones del palacio del rey de mujeres bonitas, sabias y buenas; el rey
mariposeó entre todas ellas, dirigiéndoles las más dulces palabras, los
cumplidos más ingeniosos y las más sentidas salutaciones, a las unas por su
belleza, a las otras por su talento y a esas otras por su bondad y su piedad
evangélicas. Todas
fueron obsequiadas, las unas con ricas joyas, las otras con libros de gran
valía, y las que descollaban por su amor a los pobres, recibieron grandes
bolsas de seda llenas de monedas de oro para los necesitados. Todas se fueron muy contentas de la
amabilidad del joven monarca; pero éste se quedó muy desilusionado, muy descontento
de todas ellas, y cuando sus ministros le preguntaron qué le había parecido
aquel enjambre de mujeres notables, dijo con marcado desabrimiento: "Entre
las mujeres bonitas las hay verdaderamente seductoras; pero.... todas ellas
tienen la cabeza vacía. ¿No sabéis lo que se cuenta del encargo que hizo Dios a
San Pedro? No,
señor, lo ignoramos -contestaron los ministros-. Pues escuchad; cuenta la
historia que Dios le dijo a San Pedro: 'Mira, prepara dos calderos enormes, y
los llenas, el uno de sesos y el otro de sopas, y en cada caldero pones un buen
cucharón, y conforme yo te vaya mandando niños y niñas con la cabeza abierta,
tú vas echando en cada una de ellas una cucharada de sesos y otra de sopa, y de
ese modo se llenará la Tierra de medianías y vivirán felices los terrenales,
porque no serán ni tontos ni sabios.' San Pedro le dijo a Dios que estuviera tranquilo, que
cumpliría fielmente sus órdenes; pero el bueno de San Pedro, como era tan
viejo, a lo mejor se equivocaba y echaba en una cabeza dos cucharadas de sopas
y en otra dos de sesos, y claro está, al que no le echaron más que sopas,
careció toda su vida de sesos...Pues así están las mujeres bonitas que han
acudido al concurso de belleza; son hermosas cabezas, pero sin sesos; en cuanto
a las sabias, son el orgullo andando y no se puede ir con ellas a ninguna
parte, y respecto a las mujeres piadosas, serán muy buenas para asistir a los
enfermos; pero...ninguna de ellas me ha gustado; yo busco otra cosa en la mujer y ya me
ingeniaré para encontrarlo. Por lo pronto, quiero entrar de jardinero en un
convento de monjas donde haya educandas; iré bien disfrazado, me taparé un ojo
con una venda negra, y sólo el capellán del convento sabrá quién soy, y así de
ese modo, cuando las educandas jueguen en el jardín, escucharé sus
conversaciones, a ver si allí encuentro lo que hasta ahora no he podido
encontrar." Y
dicho y hecho; el rey se disfrazó y entró de jardinero en un convento donde se
educaban la mayor parte de las niñas nobles que había en la corte; allí
permaneció varios días, hasta que una tarde que arrancaba hierba en un parterre
del jardín, vio a dos muchachas de unos veinte años que entraron en un cenador
y se sentaron a descansar; la una era muy bonita y se llamaba María, la otra no
era ni fea ni bella y se llamaba Luisa; las dos comenzaron a hablar muy alto,
sin cuidarse del jardinero, que era todo oídos para no perder ni una palabra
del diálogo de las dos jóvenes. María, que hablaba más que siete, le dijo a
Luisa: ¿Has visto que chasco se han llevado las que se presentaron en palacio? -Sí, ya lo sé; parece que el rey les dio
calabazas a todas ellas, y les está bien empleado por presuntuosas. -Pues, mira, tu hermana está entre ellas. -Ya lo sé, y bastante los sentí que fuera. -Pero, oye, ¿tú te figuras que todas son
tan tontas como tú, que te parece que estorbas en todas partes? Todos los
extremos son viciosos. -No
exageres, María, no exageres; pero yo pienso que es mucha petulancia creerse
muy bella, o muy sabia, o muy buena; perfecto no hay nadie en este mundo, y
necio es el que se crea superior a los demás. -¡Bah! ¡Bah! Ya está bien puesto el mote
que llevas encima. -¡Sí,
sí; ya sé que me dicen por mal nombre Santa modestia! -¡Por mal nombre? -dijo el jardinero
entrando en el cenador. Las
dos muchachas le miraron y se echaron a reír, diciéndole María: -¿Y a ti, quién te da vela en este
entierro? ¡Si la superiora te viera...! -¡Ya me voy, ya me voy; buenas tardes, Santa modestia! Y el rey salió del cenador, más contento
que Colón cuando divisó el mundo soñado y pudo decir: "¡Tierra!" Un mes después se casó el rey con Santa
modestia, diciendo a sus ministros: -Ya encontré lo que buscaba; ya encontré una mujer
verdaderamente modesta. ¡Cuántas gracias tengo que darle a Dios...!>> -¡Ay, mamá, qué rey tan sabio! Pues, mira,
cuando yo sea hombre buscaré una mujer como Santa modestia. -Búscala como es tu madre -dijo el padre
acariciando al niño-. Sin que vosotros me vierais, he estado escuchando cuanto
habéis hablado. Yo, sin ser rey, también me ingenié a mi manera para hallar una
mujer sencilla y buena, sin pretensiones de ser hermosa, ni de ser sabia, ni de
ser piadosa..., y como no tenía pretensiones de nada, reunía todas las
virtudes. El
niño abrazó a su madre, diciéndole: -¡Qué buen principio hemos tenido! Me ha gustado
muchísimo la historia que me has contado. Mañana nos levantaremos con
estrellas, beberemos leche, almorzaremos en el bosque y luego, ¿qué me
contarás? -Lo
que se consigue con la tolerancia
Suscribirse a:
Entradas (Atom)